En los límites entre los hechos y el relato
Cine, literatura, hechos
Tuvimos la gran suerte de disfrutar de nuevo del escritor Frank Westerman (Paises Bajos, 1964), de la mano de Granada Ciudad de Literatura Unesco, con motivo del Festival Internacional de Poesía celebrado el pasado mes de mayo. La ocasión permitió ahondar en el significado de la literatura de no ficción (o literatura de hechos) y descubrir también la última obra publicada en España por Westerman, La indómita especia humana (Abada Editores).
Fue, precisamente, tras la presentación de dicha obra cuando la reflexión del autor acerca de la relación entre los hechos y el relato hizo que la conversación derivara, por un momento, en el cineasta alemán Werner Herzog. A propósito del cine documental, tantas veces practicado por el director, aparecieron algunas citas: «Siempre me han interesado las cosas que van más allá de los hechos, porque los hechos en sí mismos no son la verdad, no te iluminan». O también: «La verdad no puede ser capturada, no puede ser descripta completamente, y aun así debemos tratar de hacerlo. Hay algo dentro del corazón humano, dentro de su alma, que anhela este conocimiento y trata de entender el mundo como es, aun habiendo tantas preguntas que permanecen sin responder. Nosotros, como cineastas, sólo en pocos momentos podemos dirigir a la audiencia a un lugar donde pueda observar la verdad de una forma más profunda, como si fuera extática».
En España, la obra de Frank Westerman, señalado como uno de los más destacados ensayistas europeos contemporáneos, puede encontrarse fácilmente en los estantes de no ficción y pensamiento. Formado como ingeniero, ha ejercido como corresponsal de prensa en diversos lugares del mundo, circunstancia que, sin duda, lo acerca a figuras como la de Richard Kapuscinski: un periodismo literario en el que el reportaje se convierte en literatura de hechos. También lo acerca a Herzog, a un cine documental lleno de experimentación y libertad narrativa en el que los acontecimientos son una excusa para una propuesta mucho más compleja, donde la anécdota argumental del documental sirve para desarrollar un tema universal que trasciende el planteamiento inicial del film. En su cine, el montaje, la organización de las imágenes y su narrativa, es siempre un viaje de ida y vuelta, lleno de ironía y contradicción que pone en tela de juicio la propia enunciación de los diferentes puntos de vista, más o menos subjetivos. Y es siempre un viaje metalingüístico. Westerman comparte muchos de estos planteamientos en su literatura de hechos. El verdadero interés de cada cuestión planteada no reside tanto en la exposición perfecta de aquello que ocurrió, sino en el proceso mediante el cual tales hechos intentan, en la medida de lo posible, ser desentrañados.
Algunas obras de literatura de hechos
En El destino de los caballos blancos (Siruela, 2013), Westerman recorre la historia contemporánea de la Europa del siglo XX a través de la historia de una raza de caballos. La genealogía de las yeguadas imperiales, un hecho tal vez marginal pero perfectamente objetivo y rastreable, permite articular momentos históricos de enorme relevancia, tales como las guerras napoleónicas, la caída del imperio austrohúngaro, las grandes guerras mundiales, los totalitarismos o la guerra de los Balcanes.
En El valle asesino. Sobre el origen de los mitos (Siruela, 2017), se indaga en la naturaleza de unos hechos aparentemente inexplicables: el 21 de agosto de 1986, la totalidad de los seres vivos de un valle al noroeste de Camerún es exterminada fulminantemente, sin ninguna razón externa verificable. Seres humanos, animales domésticos y salvajes, sorprendidos en la mayor cotidianeidad por una muerte inesperada y no violenta. La investigación sobre las causas del trágico suceso lleva a Westerman a reflexionar sobre la relación entre lo puramente científico y objetivable, y aquello que, partiendo de la misma realidad, acaba convirtiéndose en relato, en mito. Ambos enfoques resultan válidos y complementarios a la hora de comprender aquello que denominamos verdad. ¿Cómo nacen los relatos, de qué manera los hechos se convierten en mitos? ¿Qué importancia tienen estos en nuestro propio relato como especie o grupo social?
En Ararat, Westerman se acerca a los límites imprecisos que, en ocasiones, separan la ciencia de la religión. El autor se pregunta sin ambages: «¿Dónde está el Dios de mi Biblia infantil? ¿Quién o qué ha ocupado Su lugar?». Armenia, el monte Ararat de Noé, el propio relato bíblico del diluvio, omnipresente en tantas tradiciones ancestrales, son el pretexto para abordar, de forma poliédrica, la relación entre ciencia y religión. Geólogos, historiadores, sacerdotes, astronautas, literatos, exploradores, buscadores de tesoros… todos pueden arrojar un poco de luz sobre un tema que, como todos los temas, resulta insondable en su profundidad una vez que se aborda sin prejuicios, atendiendo singularmente a todas sus aristas y ángulos. Verdaderamente, la ciencia, como la religión, puede entenderse también como un relato.
La indómita especie humana
La indómita especie humana (Abada Editores, 2025) es, por el momento, la última obra de Westerman publicada en España. De nuevo, en ella, los hechos interesan menos que las historias, interpretaciones, narraciones, fabulaciones y versiones que los rodean. Los rodean y los explican. El autor afirma: «Somos muy vulnerables a las historias, pero no a los hechos», y añade: «Los hechos no hablan por sí solos aunque se les tueste sobre el fuego».
El ser humano o, más bien su indómita especie, es el punto de partida inicial de esta obra apasionante en la que, metafóricamente, los hechos son poco más que los restos encontrados sobre los que es preciso disponer una carne narrativa, mediante los múltiples relatos y experiencias que el propio hecho desencadena.
Acerquémonos, pues, a los hechos: en septiembre de 2003, en una cueva indonesia, se descubre el fósil de un ser ancestral. Con un escaso metro de estatura, rodeado de otros esqueletos (ratas del tamaño de perros, elefantes del tamaño de ponis, cigüeñas altas como puertas), los restos proponen un enigma: ¿cómo fue, en realidad, el desconocido pasado del que proviene nuestra propia especie?
Acerquémonos también a otros hechos relevantes en la obra: la invitación de la Universidad de Leiden para que Westerman organizara un curso destinado a alumnos de humanidades, lenguas, historia del arte y filosofía. Un proyecto de investigación conjunto en que se contrapondrán los rastros neandertales del valle de Mosa con el descubrimiento indonesio de la cueva de Flores. Homínidos en el límite mismo de su humanización. Homínidos en los márgenes mismos de nuestra especie.
El descubrimiento del Homo floresiensis, el esqueleto de una mujer conocida como FLo o LB1, no sólo revolucionaría la paleontología de comienzos del siglo XXI, sino que plantearía algunas de las diversas líneas argumentales seguidas en el libro. Por una parte, el eslabón perdido, la naturaleza de los primeros homínidos, su compleja y cambiante datación, las disputas nacionales por la adjudicación de los restos más antiguos encontrados… Por otra, el propio desarrollo del curso propuesto por la Universidad de Leiden, su problemática, sus reflexiones. Y por último, la pregunta: si no somos más que la culminación (momentánea) del mundo animal, ¿dónde reside aquello que supuestamente nos diferencia tanto de ellos?
Frank Westerman, de manera análoga a la de Werner Herzog, compone una obra caleidoscópica, en la que las preguntas (y sus nunca definitivas respuestas) son un palimpsesto de argumentos y rectificaciones. La literatura documental, la literatura de hechos, el reportaje periodístico, la no ficción, el ensayo, la disquisición científico-filosófica, el relato humorístico… se mueven en una delgada línea entre lo personal y la mirada crítica, entre la subjetividad de la vida real con su incontrolable devenir y el hecho objetivable de infinitas conexiones. Las capas superpuestas, yuxtapuestas y opuestas de este proceso definen su personal escritura. Lejos de la banalización de la información de masas, Westerman apuesta por un territorio híbrido en el que los hechos sirven de excusa para una narración comprometida, honesta y fascinante. En sus propias palabras, que tal vez sirvan para definir tanto su literatura como a la indómita especie humana: «Somos susurradores de hechos».
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