Con esta séptima entrada suspendemos temporalmente la serie de notas de José Guerrero para centrarnos en la inminente reapertura del Centro. Esperamos retomarlos al inicio del próximo curso.
Os animamos a estar atentos a nuestras redes, porque abrimos en breve nuestras puertas.
Un capítulo interesante que se apuntará en la exposición que anuncian estas Notas es el de la aportación de las mujeres al desarrollo de la pintura en el contexto del expresionismo abstracto. En la lista de nombres representados en la colección de Guerrero aparecen la pionera británica Sandra Blow, Terry Haass (a quien conoció en el Atelier 17), Elizabeth McFadden (con la que coincidió en la galería de Betty Parsons), Toko Shinoda, Ethel Schwabacher (una de cuyas pinturas, titulada Wednesday, formó parte de Artist as collector, la muestra organizada por la American Federation of Arts que itineró por Estados Unidos entre noviembre de 1959 y noviembre de 1960 y para la que Guerrero prestó, además de esa obra, su Kline, su Pollock y un lienzo de su autoría) o Anne Ryan. De ella presentaremos en la muestra la delicada pieza que encabeza este post, y que más que a Schwitters, evoca a Paul Klee, a quien tanto admiró Guerrero. En su texto «Veintiséis años después», publicado en Arteguía nº 23 (noviembre de 1976), leemos:
«En Berna, tuve la ocasión de ver la pintura de Paul Klee, que fue lo que más me impresionó de lo que había visto en Europa. Paul Klee es para mí el primero que deliberadamente pinta desde fuera de la historia de la tradición, se mete dentro de sí y desde ese interior sale la pintura que más visión tenía».
La respuesta correcta a lo preguntado en la entrega anterior es: José Guerrero con
1 Miquel Barceló
2 Miguel Ángel Campano
3 Carlos Léon
4 Alaska y Paloma Chamorro
6 Juan Uslé
7 Jordi Teixidor
8 Soledad Sevilla
9 María Vela y Diego Lara
10 Luis Pérez Mínguez
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