2. Sala de proyección
Hubo otros antes que tú. En tu segundo día de residencia artística te llevan a una sala de proyección en la que tratan de explicarte dónde estás ahora mismo, por medio de un primitivo documental del que no recuerdas demasiadas cosas. Sí recuerdas el plano de la Máquina de Empatía. Podrías esbozarlo en un trozo de papel y sería algo similar a esto:
Pero no eres capaz de describir lo que sentiste cuando saliste de la Máquina. Tu mente ha debido borrarlo. Las palabras vienen a ti o huyen de ti, pero las imágenes esperan un respuesta. Las dos frenéticas semanas que siguieron a tu paso por la Máquina te impidieron pensar en otra cosa que no fuera la exposición. El dibujo de la Máquina se parece a un proyector antes que a una cámara.
Tratas de concentrarte en la película que cuenta la historia de la sala de exposiciones. Antes de ti, hubo un pintor abstracto que trató de imaginar cómo hubiera sido la obra de Adolf Hitler si hubiese sido admitido en la Escuela de Artes de Viena y se hubiera dedicado a ser artista. Su exposición se titulaba Los hijos del pintor austríaco. Antes del pintor, un poeta mostró a Nedham un proyecto que consistía en llenar la ciudad de grafitis, que consistían en palabras inexistentes formadas a partir de la suma de dos conceptos, como
CIENCIA HiFiCCIÓN
CINEMARXISMO
DEMONIOCRACIA
DÉCADANCIA
Tú llegaste a encontrarte con varios, pintados en la calzada o en puertas de sucursales bancarias, pero no encontraste sentido a las nuevas palabras, si bien pasaste varios días dándoles vueltas en tu mente, e incluso probaste a hacer algunas combinaciones. El título del proyecto te parece sugerente: Miedo y asco en todas partes.
Antes del proyecto de unión de palabras se puso en marcha un espectáculo de aislamiento titulado Una mujer que duerme. Se trataba de un registro pormenorizado de la estancia de una coreógrafa en esta misma residencia para artistas, tanto escrito como audiovisual. Los espectadores podían seguir la solitaria y muy monótona existencia de la artista a través de una webcam. Era inquietante, porque en cierto modo se trataba de asistir en directo al recorrido de una presencia fantasmal por los talleres y las salas de exposición. Antes de la coreógrafa, una compositora diseñó una instalación sonora que permitía Escuchar al edificio, según indicaba el nombre de su propuesta. Los visitantes podían oír los ruidos de aquello que ocultaban los suelos y las paredes y los sonidos que el revestimiento absorbía, en parte producidos por los mismos visitantes. Esta instalación había surgido del estudio de los planos que el arquitecto, el primer artista residente, había concebido, basándose a su vez en la planta del sanatorio contiguo a la residencia. Los diseños del arquitecto eran un continuo desafío estético: edificios oficiales con forma de dodecaedro, urbanizaciones dentro de estadios, parques atravesados por túneles transparentes para el tráfico, viviendas colgantes. Al arquitecto le interesaba que al ciudadano no se le olvidara que vivía en un mundo nuevo. Pero también buscaba soluciones para la habitabilidad que no pasara siempre por aprovechar espacios cada vez más reducidos, así como unir entornos que no guardaban una relación mutua. La residencia se había diseñado como un anexo de la clínica contigua, estableciendo un diálogo entre locura y arte. Era su propuesta para perturbar a los sanos y sanar a los perturbados.
Termina la proyección y te quedas en penumbra. Te gusta quedarte a solas en el silencio sordo de una sala como esta. Te ayuda a fantasear y proporciona una buena excusa para no hacer nada, que es tu actividad favorita. El adjetivo sordo encaja con todo: un sordo gozo, un sordo bostezo, una sorda ensoñación.
A veces tratas de autorretratarte. Te vistes con una gabardina de tela clara, para dar sutileza al blanco y negro. Intentas dominar el desenfoque. Programas el disparador automático. Apareces al fondo, borroso, estropeando la profundidad de campo. Olvidas las demás referencias visuales. Otras veces quieres que en la fotografía aparezca también la cámara, aunque no dejas que esta te robe el protagonismo. Esperas encontrar, al integrarte en la imagen, una especie de sello, una marca de agua que indique que es cierto que hubo un testigo atento en el momento apropiado. Debes aparecer concentrado, para compensar la desnudez blanquecina del fondo de la imagen. A veces te descubres fotografiando espejos, escogiendo una posible foto por la brillantez y limpieza del azogue, adaptándote a una nueva mirada que, en el fondo, no mira del mismo modo que miras tú.
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