Comenzábamos la semana con la triste noticia del fallecimiento de Alberto Portera, el destacado neurólogo humanista que grabó en 1968 Guerrero pinta un cuadro, actualmente expuesta en el Museu Fundación Juan March en Palma dentro de Pelegrinaje. Y nos enterábamos ayer de otro deceso: el de Javier Aguirre, cuyo cine experimental Guerrero conoció. A comienzos de 1981, la asistencia en Madrid a una sesión del mismo le indujo a escribir la única nota que dedicó al séptimo arte, comentando las distintas piezas que había visto. Publicamos a continuación las que dedicó a dos de ellas como homenaje rendido, en nombre de Aguirre y Portera, a la común pasión por la cultura contemporánea en la que nos reconocemos.
ESPECTRO SIETE
Es maravillosa. Está muy cerca de mí. Tiene cosas en común con experiencias que he vivido. Cosas cotidianas como cuando voy a la playa, me tumbo –aunque soy un hombre muy inquieto que no puede estar tumbado durante mucho tiempo– miro de frente al sol, cierro los ojos y entonces veo toda una gama de color que se mueve como si variaran las distancias: el primer color que veo es el rojo y luego pasa al violeta y después aparece el amarillo pálido. Esto lo he sentido también en mis vuelos desde Nueva York a España cuando contemplo el amanecer y voy absorbiendo la misma gama de colores del espectro. Todo esto es para mí una cosa grandiosa que está también en este cortometraje. Aguirre ha visto muy bien los colores. El amarillo es el único que le falla un poco, pero el rojo y el violeta –y un violeta más pálido también– son preciosos.
Cuando se pinta un cuadro el color debe tener una vibración. Esto es necesario para que el color tenga vida y esto también se ve en la película. Y es lo que le da una viveza. Porque a pesar de que son superficies planas tienen una especia de viveza. Y esta es la misma lucha que tengo yo ante el lienzo.
UTS CERO
Uts cero es el que más me gusta. Tiene tensión. Y la música está metida en el hueco del redondel y va creciendo y va creciendo y va creciendo. La música es lo que llena el vacío plástico. Y es que yo estoy muy interesado por cosas como esta. Es como la blancura de esta taza que tengo ahora delante. Es de una pureza extraordinaria. Y en Uts cero es la pureza del blanco, un redondel, un círculo que a veces no es perfecto y que se va agrandando hasta que llega a unos límites, dentro de unas esquinas que son planas por uno de los lados y que forman ángulos en los lados de enfrente para después bajar y bajar hasta llegar otra vez al punto. Es muy interesante además porque Aguirre no se sale de los bordes… Pintores norteamericanos como Noland y como Olitsky y también Kelly, a partir del support-surface o del all over field como ellos lo llaman, se han quedado encajonados. Y esto no pasa en Uts cero. Aquí se dejan unos bordes porque si no se queda uno en la calle. Entonces el asunto es el de meterse dentro.
Uts cero me gusta por lo extrema que es. Y por lo simple. Me acuerdo de una anécdota con un gran cantaor de flamenco: Pepe el de la Matrona se acercó un día a una exposición y ante uno de mis lienzos exclamó algo que también se podría aplicar a Uts cero: “Esto parece muy sencillo, pero de sencillo no tiene ná”.
Esta sesión ha sido para mí una fiesta.
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