Gombrowicz,
el escritor que se inventó Ferdydurke, un libro lleno de niños poetas que reinventan el lenguaje y los glúteos,
una vez, según él mismo cuenta, improvisó unas frases inconexas,
las leyó
y recibió una ovación,
el día de la poesía de la UNESCO se convoca
un día antes de que El Corte Inglés invoque
a todos los
es-tú-pi-dos
a celebrar el día de la primavera en un recinto sin ventanas, lleno de maniquíes y con aire acondicionado,
yo convoco el día del beso negro literario
mañana a las diez en Plaza Nueva
todo el mundo, sea poeta o no, está invitado
a acercarse
y darme allí algún verso
susurrado, gritado, recitado,
no pretendo enfadar a nadie –quien no quiera venir, que no venga-
sino hacer una introducción, actualizada, posmodernizada, es decir,
venida a menos, sin muchas pretensiones,
pretenciosa,
al texto de Gombrowicz
Contra los poetas:
los versos no gustan a casi nadie y el mundo de la
poesía versificada es un mundo ficticio y falsificado,
a mí la poesía me interesa,
incluso me gusta a veces
Ashbery, Grajera, Castañeda (Luisa), el principio del poema de Wordsworth
sobre la pérdida del esplendor de la hierba,
pero coincido con Witold,
la mejor poesía moderna está en la prosa (hoy en día, en Cosmópolis, de Don DeLillo,
a menos de diez euros, en bolsillo)
la librería Bakakai ha editado de forma muy extraña y muy fina
ese texto de Gombrowicz
para conmemorar este día señalado
y al tiempo invitar a Dafos y a Melgarejo a leer allí con ellos
yo me he pasado un rato por el Centro Lorca y he escuchado a Juárez,
que tiene un poema, el poema,
estoy en esa edad en la que un hombre quiere
por encima de todo ser feliz, cada día,
que me gusta,
antes de salir a fumar a Bibrrambla
y pasarme por el Centro Guerrero, donde leen De Loxa y Acosta,
gran contraste,
uno es ya conocido en su histrionismo de simpatía y arrabalismo (de Fernando, digo): cuando entra Ortega Urbano haciendo fotos, el canoso vate hace un inciso en la lectura y habla con ella,
en medio de un poema, o entre dos, no me acuerdo,
luego Acosta, que es de Almería pero también medio islandés, rubio, joven, calmo, lee unos poemas fríos, cortos, como si un loft pudiera describir unos años felices y al recordar la nostalgia no doliera
y pudiera concretarse en un futón y en un témpano que adopta
la exacta forma de la juventud de Darío en el presente de Darío,
antes de ser poema, me refiero, antes de ser modernismo, cuando
realmente
fue
qué cabeza más cuadrada tenía Darío, por cierto,
y al júbilo prefiere la callada alegría
y a la pasión que mata, la renuncia que hiere
es imposible ir a todas las lecturas
todas se celebran casi al mismo tiempo
el día de la poesía: 45 poetas leen en 18 librerías
y el murmullo generado por los recitales sube al cielo de Granada
y vuela hacia el norte
y al unirse en la Selva Negra con el batir de alas de una mariposa
genera el huracán que asola Malasia horas después
cuando la poesía aparece
mezclada con otros elementos, más crudos y
prosaicos, por ejemplo en los dramas de Shakespeare,
en las obras de Dostoievski, de Pascal, o, sencillamente
en el crepúsculo cotidiano, tiemblo como cualquier
mortal. Lo que difícilmente aguanta mi naturaleza
es el extracto farmacéutico y depurado de la
poesía que se llama «poesía pura» y, sobre todo, cuando
aparece versificada. Me cansa el canto monótono
de esos versos, siempre elevado, me adormecen el
ritmo y la rima,
y quién sabe cómo ha ido en las otras librerías,
apenas he ido a dos de ellas
me dicen que en algunas han puesto música,
la afluencia, en general, considerable,
y luego todo el mundo se ha ido a Los Toneles a beber y a charlar
con sus libros señalados con postis, los poetas, hambrientos, los poetas,
beben y sacian y hablan
y el sol brilla para todos
en esta noche
vivir entre las cosas mientras que el tiempo pasa
–cada vez menos tiempo para las mismas cosas–
y elegir las que valen una vida: las rosas
y los libros de versos y el viaje y la casa,
y uno que no saluda a otro
y otro que se queda como enfurruñado, esperando, y al final el primero explica«tu recién descubierta decisión de dedicarte a la práctica del cinismo habría dado unos frutos un poco menos nimios –solo un poco- si hubieras tenido en cuenta al intentar saludarme» y bla, bla que ya no oigo porque saludo a alguien y luego a alguien y luego a nadie
«solo porque estoy con esta mujer por cuyo interés muchos meses atrás me diste bendiciones, pero algo de dignidad habrías podido rescatar de la vileza si por lo menos te hubieras mostrado de un modo frontal y hubieras reconocido y asumido lo que has hecho, y que lo has hecho por lo que» bla, bla, Blas
ay,
el amor,
la poesía,
¿por qué no me gusta la poesía pura? ¿Por qué? ¿No será por las mismas razones por las que no me gusta el azúcar en estado puro? El azúcar sirve para endulzar el café y no para comerlo a cucharadas de un plato como natillas. En la poesía pura, versificada, el exceso cansa: el exceso de palabras poéticas, el exceso de metáforas, el exceso de sublimación, el exceso, por fin, de la condensación y de la depuración de todo elemento antipoético, lo cual hace que los versos se parezcan a un producto químico
«por supuesto, si en algo has sido menos torpe –pero claro, qué más da, con las torpezas que tan en evidencia te han puesto ya- es en el dispositivo que articulas con las patrañas con que me describes, pues crees que con él puedes neutralizar una respuesta como esta por el simple hecho de pensar que tu descripción de mí se vería en ese caso refrendada por mi respuesta»
hasta ahora he vivido perdido en el mañana
–seré, seré, decía– o en el pasado –he sido
o pude ser, pensaba– y el mundo se me iba
¿Creéis que si toda nuestra organización cultural no nos impusiera el arte, nos interesaríamos tanto por él? ¿No será nuestra necesidad de mito, de adoración, lo que se desahoga en esta admiración nuestra, y no será que al adorar a los superiores, nos ensalzamos a nosotros mismos? Pero ante todo, estos sentimientos de admiración y de éxtasis, ¿surgen «de nosotros» o «entre nosotros»? Si en un concierto estalla una salva de aplausos, eso no quiere decir en absoluto que cada uno de los que aplauden esté entusiasmado. Un tímido aplauso provoca otro, se excitan mutuamente, hasta que por fin se crea una situación en que cada uno tiene que adaptarse interiormente a esta locura colectiva. Todos «se comportan» como si estuvieran entusiasmados, aunque «verdaderamente» nadie está entusiasmado, al menos no hasta tal punto
hace frío
un poco de frío
Louise Colet, amante de Flaubert, había publicado un poema difamatorio de un contemporáneo de ambos, Alfred de Mausset y Flaubert le había dicho
la emoción ha deformado tu punto de vista sobre lo que has escrito y te ha imposibilitado tener presentes los principios fundamentales en que debe basarse cualquier obra de imaginación, tu texto carece de sentido estético, has transformado el arte en expresión de pasiones, una especie de bacinilla donde se recoge lo que sobra
desprende mal olor
¡huele a odio!
pero Flaubert también había declarado en otras ocasiones
el arte, como el dios de los judíos, se revuelca en su sacrificio
en el arte el impuso creador es esencialmente fanático
los excesos de los grandes maestros… persiguen una idea hasta sus límites
pero hay razones y razones, claro,
los poetas no solo escriben «para los poetas», sino que también se alaban mutuamente y mutuamente se rinden honores unos a otros. Este mundo, o mejor dicho, este mundillo, no difiere mucho de otros mundillos especializados y herméticos: los ajedrecistas consideran el ajedrez como la cumbre de la creación humana, tienen sus jerarquías, hablan de Capablanca con el mismo sentimiento religioso que los poetas de Mallarmé, y uno confirma al otro en la convicción de su propia importancia. Pero los ajedrecistas no pretenden tener un papel tan universal, y lo que después de todo se puede perdonar a los ajedrecistas, se vuelve imperdonable en el caso de los poetas
la poesía en realidad es
la hostia,
«la víctima», «el cuerpo de Cristo»
pero también ostium, ostii,
el portazo, el exabrupto,
por otras razones,
por lo que hacen con la poesía y en nombre de la poesía
algunos poetas
ahora estoy en la edad en la que una ventana
es cualquier aventura, y un regalo el olvido,
para otros
sin embargo
la vanidad es demasiado tirana,
muchos no aceptan el mundo simbolizado, pero no porque deseen
un mundo mejor, con otros símbolos, sino para que estos sean los suyos,
la nueva heráldica,
el yo
la incapacidad de
entenderlo
o de verlo
o de plegarse a él
o de no hacerlo
pero pasa siempre, y siempre de igual forma. Amanece,
y tarde o temprano, todo se ilumina:
ya no quiero más luz que tu luz mientras viva.
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